EL ABORTO Y "LA MEJOR LEY POSIBLE"
Mons. Fernando Sebastián
Desde el gobierno nos dicen que quieren promulgar “la mejor ley de aborto posible”. Es un escarnio. A estas horas toda persona medianamente culta sabe que un aborto voluntario es un homicidio premeditado y alevoso. Abortar no es, como se dice hipócritamente “interrumpir un embarazo”. Abortar voluntariamente es destruir violentamente una vida humana en el seno materno. Y eso es lo que ahora quieren facilitar nuestros gobernantes a las mujeres españolas. Quieren darles facilidades para que maten o hagan matar a sus hijos.
Todas las personas honestas y decentes de España, creyentes y no creyentes, tenemos que hacer ver con claridad y plena libertad que la mejor ley de aborto es la que prohíba cualquier forma de aborto voluntario, sencillamente porque es siempre un crimen. ¿Es progreso dar facilidades para matar seres humanos inocentes en las condiciones de mayor debilidad imaginable por decisión de su madre y con la complicidad de los profesionales de la salud y de la vida? Muchos españoles no queremos esa mentira de progreso…
Los abortistas recurren siempre al mismo sofisma, considerar y presentar el aborto desde el punto de vista de los adultos. Eso es como interpretar el robo desde el punto de vista de los intereses de los ladrones. Siempre hay una justificación. Seamos serios, el primer afectado por el aborto es el niño rechazado, troceado, asesinado. Por eso el verdadero punto de visa para valorar humanamente el aborto es el punto de vista del niño abortado. Qué progreso es este que mata impunemente a los que no pueden defenderse? Si no es lícito matar a un niño recién nacido, por qué va a ser lícito matarlo unas cuantas semanas antes de que nazca? Sólo por las conveniencias de los más fuertes. El razonamiento tendría que ser el contrario, cuanto más débil es un ser humano, más digno de protección es, y más inhumana resulta su eliminación.
Los antiabortistas no queremos que las mujeres que abortan vayan a la cárcel. No digo lo mismo de los profesionales que practican los abortos. Lo que queremos es que las madres en apuros no tengan que abortar, lo que queremos es que el aborto sea considerado como lo que es, como un crimen inhumano y destructor, en vez de presentarlo como un derecho y una solución. Ninguna mujer tiene derecho a matar a su hijo. Sí tiene “derecho” a no tener hijos. Y para eso tiene que poner los medios morales y congruentes. Pero el hijo, una vez concebido, ya no está bajo su dominio, sino bajo su protección. No es un tumor, es un ser humano diferente que inicia su vida contando con la protección y la ayuda de su madre. Ese es en todas partes el milagro y la fuerza de la vida.
La lucha contra el aborto hay que comenzarla en la educación sexual, humana y moral, de los adolescentes, hay que comenzarla en la educación de la castidad de los jóvenes. Las familias católicas, los colegios católicos, las parroquias, los intelectuales y los educadores en general, que quieran ser fieles y honestos, tienen que dar un paso al frente y reaccionar contra la exaltación del sexualismo salvaje que se está implantando en nuestra sociedad con el impulso de las minorías nihilistas y el cobarde silencio de casi todos los demás. En esta mentalidad pansexualista, en la que se exalta el ejercicio de la sexualidad como puro juego, sexualidad sin amor, sin fecundidad, sin intimidad, sin comunicación personal ni casi humanidad, el aborto es un elemento más del sistema, el último recurso anticoncepcionista frente a un embarazo “no querido". Sólo justificable en una cultura que ha perdido el verdadero sentido de la persona y de su valor sagrado. Todo el conjunto es una degradación, un humanismo decadente, corrompido, destructor. Esta recta educación de la sexualidad y del amor se puede hacer con una mentalidad moderna y abierta, apoyada en una buena antropología, con una buena moral positiva y constructiva, orientada al crecimiento de la persona en el amor y en la felicidad.
La mejor manera de luchar contra el aborto es el apoyo decidido a las madres, a las adolescentes y mujeres en dificultades por un embarazo “inoportuno". Todas ellas necesitan y merecen un verdadero acogimiento, con respeto, con cariño y con subvenciones, residencias, facilidades en el trabajo y la vivienda. Educar y ayudar para alcanzar una visión de la sexualidad verdaderamente humana, fomentar el amor y el servicio a la vida en el marco de un amor personal y estable, esa es la mejor ley contra el aborto, señora ministra. Eso es progreso, ese es el camino de la dignificación de la mujer y de la exaltación de la vida. Lo otro es egoísmo, inhumanidad, corrupción, nihilismo.
Sí, bienvenido un debate serio. Un debate sereno y de altura, como ha dicho la ministra. Pero de altura antropológica y moral, no de altura de cargos ni de intereses. Un debate en el que todos podamos hablar en las mismas condiciones, un debate en el que los católicos y todas las personas honestas sean capaces de hablar y de manifestarse con claridad y libertad, sin timideces, sin condescendencias, sin deslealtades con la propia conciencia. Ya es hora de que las familias cristianas reclamen una educación correcta para sus hijos en estas materias, ya es hora de que los educadores, intelectuales y escritores contrarios al aborto se atrevan a decirlo claramente, ya es hora de que los políticos cristianos y honestos que no sean en conciencia partidarios del aborto pidan en sus partidos, libertad de conciencia para votar, tanto en el PSOE como en el PP, y no se plieguen a la disciplina de partido o a las conveniencias personales en lo que son cuestiones graves de conciencia.
Todo, para no ser cómplices de esa matanza silenciosa, hipócrita y cruel, de los cien mil abortos anuales. La permisividad ante el aborto está haciendo de nosotros una nación degradada y corrompida. No queremos ser el abortadero de Europa. No podemos ser cómplices en esta carrera de destrucción moral de España y de los españoles.
Mons. Fernando Sebastián
Desde el gobierno nos dicen que quieren promulgar “la mejor ley de aborto posible”. Es un escarnio. A estas horas toda persona medianamente culta sabe que un aborto voluntario es un homicidio premeditado y alevoso. Abortar no es, como se dice hipócritamente “interrumpir un embarazo”. Abortar voluntariamente es destruir violentamente una vida humana en el seno materno. Y eso es lo que ahora quieren facilitar nuestros gobernantes a las mujeres españolas. Quieren darles facilidades para que maten o hagan matar a sus hijos.
Todas las personas honestas y decentes de España, creyentes y no creyentes, tenemos que hacer ver con claridad y plena libertad que la mejor ley de aborto es la que prohíba cualquier forma de aborto voluntario, sencillamente porque es siempre un crimen. ¿Es progreso dar facilidades para matar seres humanos inocentes en las condiciones de mayor debilidad imaginable por decisión de su madre y con la complicidad de los profesionales de la salud y de la vida? Muchos españoles no queremos esa mentira de progreso…
Los abortistas recurren siempre al mismo sofisma, considerar y presentar el aborto desde el punto de vista de los adultos. Eso es como interpretar el robo desde el punto de vista de los intereses de los ladrones. Siempre hay una justificación. Seamos serios, el primer afectado por el aborto es el niño rechazado, troceado, asesinado. Por eso el verdadero punto de visa para valorar humanamente el aborto es el punto de vista del niño abortado. Qué progreso es este que mata impunemente a los que no pueden defenderse? Si no es lícito matar a un niño recién nacido, por qué va a ser lícito matarlo unas cuantas semanas antes de que nazca? Sólo por las conveniencias de los más fuertes. El razonamiento tendría que ser el contrario, cuanto más débil es un ser humano, más digno de protección es, y más inhumana resulta su eliminación.
Los antiabortistas no queremos que las mujeres que abortan vayan a la cárcel. No digo lo mismo de los profesionales que practican los abortos. Lo que queremos es que las madres en apuros no tengan que abortar, lo que queremos es que el aborto sea considerado como lo que es, como un crimen inhumano y destructor, en vez de presentarlo como un derecho y una solución. Ninguna mujer tiene derecho a matar a su hijo. Sí tiene “derecho” a no tener hijos. Y para eso tiene que poner los medios morales y congruentes. Pero el hijo, una vez concebido, ya no está bajo su dominio, sino bajo su protección. No es un tumor, es un ser humano diferente que inicia su vida contando con la protección y la ayuda de su madre. Ese es en todas partes el milagro y la fuerza de la vida.
La lucha contra el aborto hay que comenzarla en la educación sexual, humana y moral, de los adolescentes, hay que comenzarla en la educación de la castidad de los jóvenes. Las familias católicas, los colegios católicos, las parroquias, los intelectuales y los educadores en general, que quieran ser fieles y honestos, tienen que dar un paso al frente y reaccionar contra la exaltación del sexualismo salvaje que se está implantando en nuestra sociedad con el impulso de las minorías nihilistas y el cobarde silencio de casi todos los demás. En esta mentalidad pansexualista, en la que se exalta el ejercicio de la sexualidad como puro juego, sexualidad sin amor, sin fecundidad, sin intimidad, sin comunicación personal ni casi humanidad, el aborto es un elemento más del sistema, el último recurso anticoncepcionista frente a un embarazo “no querido". Sólo justificable en una cultura que ha perdido el verdadero sentido de la persona y de su valor sagrado. Todo el conjunto es una degradación, un humanismo decadente, corrompido, destructor. Esta recta educación de la sexualidad y del amor se puede hacer con una mentalidad moderna y abierta, apoyada en una buena antropología, con una buena moral positiva y constructiva, orientada al crecimiento de la persona en el amor y en la felicidad.
La mejor manera de luchar contra el aborto es el apoyo decidido a las madres, a las adolescentes y mujeres en dificultades por un embarazo “inoportuno". Todas ellas necesitan y merecen un verdadero acogimiento, con respeto, con cariño y con subvenciones, residencias, facilidades en el trabajo y la vivienda. Educar y ayudar para alcanzar una visión de la sexualidad verdaderamente humana, fomentar el amor y el servicio a la vida en el marco de un amor personal y estable, esa es la mejor ley contra el aborto, señora ministra. Eso es progreso, ese es el camino de la dignificación de la mujer y de la exaltación de la vida. Lo otro es egoísmo, inhumanidad, corrupción, nihilismo.
Sí, bienvenido un debate serio. Un debate sereno y de altura, como ha dicho la ministra. Pero de altura antropológica y moral, no de altura de cargos ni de intereses. Un debate en el que todos podamos hablar en las mismas condiciones, un debate en el que los católicos y todas las personas honestas sean capaces de hablar y de manifestarse con claridad y libertad, sin timideces, sin condescendencias, sin deslealtades con la propia conciencia. Ya es hora de que las familias cristianas reclamen una educación correcta para sus hijos en estas materias, ya es hora de que los educadores, intelectuales y escritores contrarios al aborto se atrevan a decirlo claramente, ya es hora de que los políticos cristianos y honestos que no sean en conciencia partidarios del aborto pidan en sus partidos, libertad de conciencia para votar, tanto en el PSOE como en el PP, y no se plieguen a la disciplina de partido o a las conveniencias personales en lo que son cuestiones graves de conciencia.
Todo, para no ser cómplices de esa matanza silenciosa, hipócrita y cruel, de los cien mil abortos anuales. La permisividad ante el aborto está haciendo de nosotros una nación degradada y corrompida. No queremos ser el abortadero de Europa. No podemos ser cómplices en esta carrera de destrucción moral de España y de los españoles.
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